LUIS JAVIER CINTRÓN-GUTIÉRREZ
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La casa de muchos colores y sus tres pilares

21/6/2011

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Foto: Jorge Rodríguez
Si algunas lecciones históricas nos han dado los roces políticos del Movimiento Pro Independencia (MPI), el Partido Socialista Puertorriqueño (PSP) y todo los demás movimientos de liberación nacional en la década de los ochentas ha sido la necesidad de ver la lucha más allá de nuestras narices. Un lector del semanario Claridad publicó una carta abierta a Clemente Morales (16-22 de julio de 1982) donde concisamente plantea la necesidad de una unidad de los sectores independentistas para lograr la libertad de Puerto Rico. En esa misma carta menciona que “primero hay que tener la casa para luego pintarla de los colores que sean”. Por último nos menciona que pensar en la independencia bajo dogmas es simplemente soñar con pajaritos preñados.

Si bien es cierto, para poder pintar la casa grande del pueblo, es necesario tener primero la casa y el terreno. Es por ello que el “real politik” del nacionalismo que emergió en la República de Alemania o hasta el proceso emancipador que ha continuado en Palestina ha tenido una razón de existencia. Dentro de la realidad histórica, el proceso de liberación nacional de los pueblos se ha dado dentro de tres referentes. En el primer plano está el referente cultural. En el segundo y tercer plano se encuentran el  marco económico y marco político. Aún cuando se separan para su análisis, estos tres conceptos son altamente complementarios. Claro, esto se da dentro de una relación de mercado. Jesús Martín Barbero (1991) nos presenta que tanto el aspecto político, y cultural está sujeta a una economía que brinca lo domestico para identificar los intereses “comunes” y conformar una unidad.

Dentro del plano cultural es que se dan y se definen las identidades que ayudan a plantear la nacionalidad. En otras palabras es el marco que nos da el terreno y nos ayuda a definir la casa. Es el aspecto cultural la mitología que es capaz de unir a la gran mayoría de las personas bajo un símbolo o una bandera. El caso puertorriqueño de la cultura ha sido una lucha ganada. La mono-estrellada, la figura de José Juan Barea y otros signos culturales han logrado hacer que el imperio y el gran capital reconozcan la autonomía e independencia cultural de Puerto Rico frente a los Estados Unidos (EEUU). El triunfo de la independencia cultural ha llegado a tal nivel que las multinacionales foráneas adoptan al Comité Olímpico de Puerto Rico, la Parada Puertorriqueña en todos los confines de los EEUU y hasta el Festival Claridad. Ha sido tan contundente, que la diáspora y los descendientes de puertorriqueños en otros lares asumen como suya nuestra cultura y nuestra historia.

Ya en el marco político, se nos ha trancó el juego de barrillas y cemento. La política, en esencia, supone la construcción o la obtención del poder dentro de una acción en sociedad para dirigir su propio destino y su propia unidad geográfica. Por cerca de ciento quince años, hemos vivido en un estado de guerra y bajo ocupación militar por parte de los EEUU. Esta llegada secuestró de forma indefinida el poder de la sociedad puertorriqueña para dirigirse. Esto ha transformado el proceso de gobernabilidad, sujetándolo en una repetición de políticas económicas y fiscales que no necesariamente encajan en la realidad material de nuestro país. Esto ha precipitado un descontento colectivo de muchos sectores. Ese descontento se ha traducido, para unos sectores, en actos de agitación y de reto a la autoridad colonizadora. De ahí nacen la chocante realidad de tener tres presos políticos y de guerra en cárceles estadounidenses junto al desarrollo de una patria puertorriqueña errante dentro de los EEUU. Gracias a la crisis política y económico-fiscal de la isla, se han borrado las fronteras de la nación culturalmente construida para así reconstruirse el paradigma de la patria fuera de la patria. De los cerca de ocho millones de puertorriqueños, la mitad se encuentra en “el otro lado del charco”, transformando así los conceptos de familias y amigos dentro de las distancias geográficas.

Por otra parte, el aspecto económico es determinante para las relaciones políticas y culturales. Este factor es el que define verdaderamente quien es el soberano o no. En este caso, Puerto Rico y casi la totalidad de los países periféricos no existe una emancipación económica. La relación de mercado ha empujado a que los países dependan de vender sus deudas a los sectores privados y atar sus decisiones administrativas a estos. De esta situación de dependencia se ha impuesto una cultura hegemónica de los grandes intereses y defendida “a capa y a espada” por la instrumentalizada “petit-bourgeois” junto a la claque política. Esto lo hemos podido ver claramente en los desarrollos “post-crisis” en América Latina. La clase política, desde la derecha hasta la socialdemocracia y otros sectores progresistas, se abrazó fuertemente a las políticas fiscales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial hacia la privatización y la desaparición del estado benefactor.

Estos tres pilares de la casa liberada nos dan un referente para [re]pensar la situación actual de nuestra patria. Como se mencionó a inicios de este escrito, hemos logrado una independencia cultural. Hoy en día el debate de la puertorriqueñidad, aún dentro del espectro partidista, no está en juego ni en un peligro evidente. Por otra parte, el marco político y el económico no gozan de la misma suerte. En el renglón de la política, aún cuando existe una evidente crisis de gobernabilidad, esta no ha tenido la capacidad de traducirse en un cambio social. Seguimos ocupado por el gobierno militar de 1898 con unos cambios cosméticos que se han dado encuadernadas a las realidades históricas que surgen al pasar las décadas. A diferencia de los 1950, época donde Hawái y Alaska fueron anexados a los EEUU, el mundo ha dejado de ser bi-polar. Ya no existe un reto ideológico al capitalismo estadounidense, fuera de las escaramuzas del alegado “Socialismo del Siglo XXI” de Hugo Chávez. Este último, más allá de responder a una necesidad imperante de las masas, ha respondido al capricho de unos sectores que han sabido capitalizar dentro del abandono generado por la política exterior de los EEUU.

Ante la caída de la Unión Soviética y el desarrollo de un mundo unipolar, la estadidad con los EEUU es solo un sueño de quimeras. Para que el capital foráneo pueda colonizar un país no es necesario la intromisión militar ni mucho menos la anexión. Con los medios de comunicación masivos y la sensación fetichista de consumo se ha desarrollado un nuevo coloniaje. Como escuchara en una ocasión: “Ya Inglaterra no tiene que colonizar con militares a la India porque lo hizo con zapatos Clark’s”.

Para tener una patria liberada, o construir esa casa que debemos pintar de azul capital o rojo socialista, tenemos dos vías. La primera es la convergencia de los sectores progresistas junto a las comunidades, pues fin y al cabo la patria es para ellos y ellas. La otra es sentarnos a esperar que venga una patria de otra galaxia. En lo que llega la libertad de mano de E.T., es necesario la sanación nacional y la convergencia. Plantear dentro de las diferencias la necesidad de la colaboración. Como he repetido en varias ocasiones, si queremos pintar la casa, hay que primero tenerla y bien anclada en los pilares de la independencia cultural, política y económica.



2 Comments
JG
21/6/2011 01:28:52 am

Me gusta tu análisis triangulado de los conceptos.
Concuerdo, por ejemplo, en el del marco cultural. Dado que el imperio y el capitalismo reconocen la cultura puertorriqueña, han sabido instrumentalizar su uso para la etapa de adaptación que nos ha tocado vivir. En otras palabras, el imperialismo y el capitalismo buscan las formas de seguir operando dentro de lógicas que una vez fueron marcos de resistencias anti coloniales. Debemos reconocer que el marco cultural nos da para resolver muchos problemas, entre ellos: la violencia rampante, la falta de autoestima colectiva, la ampliación del conocimiento y la capacidad crítica. Pero de allí no sale mucho más de masa crítica para la lucha político/económica.
También concuerdo con tu análisis del punto económico con alguna matización que comparto. Yo pasé hace algún tiempo mi etapa de ilusión social demócrata, por lo que creo que es hora de hablar claro a la sociedad puertorriqueña sobre las dificultades que se acerca ante la posibilidad real de un colapso del sistema capitalista. Sé que esto parece un relato apocalíptico (tipo “rapto”), pero el sistema no se sostendrá por sí mismo dentro de unos quince a veinte años. Eso se está viendo ya en el norte global. ¿Entonces por qué los socialdemócratas puertorriqueños no dan el salto hacia atrás en la historia y se declaran ya no sólo antineoliberales (que ni tanto) sino que se retorne al anticapitalismo? ¿Por qué se sigue vendiendo la idea del desarrollo como el modelo Irlandés o de Singapur? Es que sobre la necesidad de articular cierto sentido de cohesión, existe el miedo de debatir espacios de luchas de ideas y argumentos.
Bueno, el marco político lo dejo para lo último. Creo que no habrá solución mientras que los jóvenes y no tan jóvenes nos envalentonemos y tomemos las plazas de nuestros pueblos. Y esto no lo digo en sentido figurado. Lo digo de verdad. Si en Sol he visto a ancianos de noventa años tomando un altoparlante y soltar lágrimas de alegría ante los jóvenes. He visto a la gente llena de alegría por reconocerse frente al otro, como seres políticos, pero sobre todo humanos.
Las oligarquías de cada organización están ahí para ejercer unos roles que el mismo sistema les ha asignado en la adaptación. Nuestra capacidad de construir algo distinto está cuando coordinemos con gente distinta algunos mínimos por las que exigir. Lo que pasa es que el sistema educativo y económico que impera en el país se encarga de joderlo y de moldear muchas cosas a su santo gusto.
¿Qué hacer? No conozco a nadie que nos pueda contestar. Hay eso sí, que ser consistente, no desesperar y caminar a ritmo lento si es necesario.

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Luis J. Cintrón Gutiérrez link
21/6/2011 07:08:55 am

Saludos camarada.
Muchas gracias por su comentario y reflexión. Si puedo sintetizar el legado del Comandante Ernesto 'Che' Guevara y el Presidente Obrero Salvador Allende es que la juventud no es simplemente edad y ausencia de canas en el cabello. "Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica" aseguraba Allende, mientras que el 'Che' nos invitaba a que nuestra actitud rebelde no se diera de forma aislada, sino que fuera consecuente con la frescura que tienen las almas jóvenes.
En estos casos aplica lo que escuchaba siempre en la iglesia y en mi colegio católico... 'Hay viejos jóvenes y jóvenes viejos. Procuren que la edad no les secuestre el deseo de vivir la gloria'.

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    Ph.D. Student in Latin American and Caribbean Studies at SUNY - Albany.



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