La sociedad en la que vivimos es una esencialmente consumista. Ese consumo es el motor que empuja a mantener una industria de productos que llegarán a nuestras casas. El producto se manufactura por las personas que venden su fuerza laboral para poder comprar lo que producen. Esas personas, y obviamente yo, colaboramos con el sistema capitalista ya que por nuestras conductas de consumo se le dan valores a los productos que muchos producen. Ese “valor” es otorgado, en un sin número de ocasiones, por fuerzas independientes al del costo de producción. Más bien se da a instancias de la oferta y la demanda o por el precio sugerido por la burguesía, que en últimas estos son los dueños de la producción. Un ejemplo de ello son los tenis de marca Nike. Hacerlos en Vietnam tienen un costo cercano a un dólar ($1) mientras que comprarlos salen alrededor de unos ciento cincuenta dólares ($150). Si esos tenis son la sensación de la temporada verás que elevarán el “valor” de ellos para así poder controlar la demanda de este producto. Este concepto desarrollado por Carlos Marx en su obra “El Capital” está muy bien plasmada en “La sociedad de espectáculo” de Guy Debord. Tanto Marx como Debord coinciden en llamarle a esto “fetiche” o “fetichismo”. Debord nos presenta que el mundo económico ha cambiado drásticamente. Inicialmente con los talleres cerrados y artesanales la dominación de la mercancía permaneció oculta. La mercancía no era necesaria o escasa y el dominio del dinero era minoritario. Con el desarrollo de la revolución industrial, surge un nuevo paradigma global. Lo que era inicialmente en talleres cerrados y producido en cantidades mínimas ya es producido en masas. La sociedad crea una dependencia, en ocasiones innecesarias. La creación y consumo de esos productos genera un paradigma de una sociedad de espectáculo donde el creador, la clase obrera, contempla lo que ve. Un ejemplo de ello es la existencia del IPOD. En un principio escuchábamos la música en vivo. Posteriormente en discos de vinil. Siguió la evolución, pasando por el tape y por el CD. Continuó la evolución musical con el MP3 hasta llegar a su nuevo génesis, el IPOD de la compañía Apple. El primer IPOD fue una sensación y en cada esquina de Puerto Rico podíamos ver las personas con la cajita negra o blanca con la ruedita en el medio. Cuando ya era suficiente del IPOD de 30 GB llegó el IPOD Classic de 80 GB. Muchas personas, como mi hermano, le dieron un valor intrínseco y de necesidad, saliendo urgentemente a las tiendas y los compraron el día que llegaron al mercado. Posteriormente salió la versión Touch y fuimos muchos los que pensamos que era necesario para nuestras vidas y los compramos. Aun cuando sabemos algunos que su valor real no es de trescientos dólares aun así decidimos pagar el valor del mercado por ese IPOD tan poderoso. Decidimos sacar ese objeto hecho por obreros chinos para nosotros y nosotras hacernos parte del espectáculo que la compañía Apple puso en el escenario de la economía y sociedad global. Foto: http://jon.blogs.com/mopho/webtech/
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Luis Javier
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