La “batalla de las ideas” toma su nombre luego que el gobierno cubano, a inicios del Siglo XXI, insistiera en que el conflicto entre su país con los Estados Unidos no se iba a resolver por medio de las armas. Por ello, han encarado al imperialismo con la solidaridad y con la consolidación de la educación que propenda al desarrollo de un espíritu de humanidad. El Comandante Fidel Castro aseguró que con la fuerza moral que impulsó con la “batalla de las ideas”, al imperialismo le esperaría “otro Girón”, por lo que aseveró en aquella ocasión que la misma no se consumará “mediante las armas, ni por medio de la ignorancia, el engaño y la demagogia […] Haremos trizas sus cínicas e hipócritas mentiras en la batalla de las ideas” y ello estará apoyado con “fuerza moral y el ejemplo”.
En días reciente alguien escribió un artículo en respuesta a mi entrada en el blog Princesos: imperativo para la equidad de género. Ese escrito tiene cierta fortaleza al criticar lo que él me ha imputado como “machismo latente”, no es menos cierto que su reacción se elabora a base del ataque personalista en la medida en que desconoce el habitus del cual sale mi escrito. A la vez que su ‘lúcido’ fundamento estriba en decir que soy (en forma de mofa) “aspirante de sociólogo”, estudiante “crítico”y “quizás hasta militante”, poniendo en duda mi compromiso. Esta reacción al que aludo es un gran ejemplo de lo que es socialismo de “Pep Boys” o la militancia de "Mech Tech" ; esa ideología revolucionaria mecanizada y reaccionaria cuya dialéctica es unidireccional y no puede entender, entre otros aspectos, que hay diferentes tipos de violencias. Sus argumentos olvidan que el género como construcción social es transformable y que en sociedades de modernidades líquidas la mujer no está exenta de asumir roles de poder, y así organice y acometa violencias contra los demás. El ejemplo más cercano a nosotros lo ilustra la rectora Ana Guadalupe, mujer a la que no le tembló el pulso para expulsar a compañeros de lucha, metió la fuerza de choque dentro de la universidad y mantiene la desigualdad social dentro del mayor centro docente del país. En el 2011, ella fue agredida por estudiantes en el marco de una segunda huelga estudiantil post cuota. Incluso la mayoría de las personas que se ven empujándola y jalándole el cabello son hombres. ¿Hubo violencia aquí? Recuerdo haber leído algunas posturas, incluso de mujeres socialistas dónde aseguraban que Ana Guadalupe se lo merecía por ser parte del poder de arriba. Curiosamente, el autor de la reacción recurre en su escrito original a citas en las cuales panfletea a Los condenados de la tierra de Franz Fanón con el fin de justificar los golpes contra la rectora Guadalupe y les concibe como golpes al sistema opresor. Además, agrega que Guadalupe no representa a nuestra clase. Tan reciente como inicios de 2013, un militante socialista, de la misma organización en la que está la persona que dice que soy “aspirante de sociólogo”, tuvo un intercambio con la Sra. Sila Calderón (quien fuera gobernadora de Puerto Rico). Éste incidente fue plasmado por los medios de comunicación como una agresión. El argumento institucional de la organización socialista en la que militan estos fue que Calderón “no representa los intereses de su clase”. Ahora bien, si es muy cierto que esas mujeres, al igual que Margaret Tatcher, Aida Díaz (de la ASOMA) y las pocas mujeres que han podido llegar a estructuras de poder no representan nuestra clase; si la postura de su organización acepta la agresión contra mujeres porque representan las clases opresoras; entonces, ¿por qué no aceptar que hay hombres que son víctimas del sistema? Hombres que también son marginados y oprimidos. La dialéctica me conduce a pensar que sí hay mujeres capaces de oprimir a un pueblo, como lo hizo “Lupita” con lxs estudiantes de la UPR. Al fin y al cabo (perdonen el anglicismo) la violencia no distingue etiquetas sociales, solamente distingue entre opresores y oprimidos. Por otro lado, hay que destacar la violencia simbólica que abruma a las organizaciones de izquierda, principalmente las socialistas puertorriqueñas. Es difícil para las mujeres y las personas abiertamente LGBTTQ ocupar puestos de portavoces y posiciones de liderazgo en las organizaciones de izquierda. Si es raro un billete de $1,000 dólares, más raro es ver que el buró político de organizaciones socialistas en el país sean dirigidas por mujeres. Y las pocas organizaciones progresistas que son dirigidas por ellas, casualmente es por algún vínculo consanguineo o relación filiar. Volviendo a la batalla de las ideas, insisto en las mismas se deben justificar en argumentos y no en insultos. Hay que tener fuerza moral y hacerse la autocrítica. Como dice la sabiduría pueblerina, “un burro diciéndole al otro orejón”.
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Luis Javier
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